La bala que mato a Pablo Escobar





En los dos meses que estuvo escondido en la casa del barrio Los Olivos de Medellín, Gustavito Gaviria, el hijo de Gustavo su primo y socio, iba cada ocho días a visitarlo. En ese último trimestre de 1993 las noticias para el capo no eran las mejores: El bloque de búsqueda y los Pepes iban cerrando el cerco, desmantelando bandas como los Priscos, atreviéndose a disparar un rocket sobre su familia. Gustavito presenció la desesperación de Pablo Escobar, alimentándose de arroz, plátano maduro y huevo, acompañado solo de Limón, su último sicario y de una tía que de tanto en tanto iba a dejarle comida.

Gustavito, según lo que cuenta la ex reina del turismo Aura Rocío Restrepo y quien fuera esposa de Gilberto Rodríguez Orejuela, veía, a finales de noviembre de 1993, que ni siquiera los porros de marihuana calmaban a Pablo Escobar. Sabía que el final estaba cerca. Por eso habría pactado denunciar el paradero de su primo segundo a los hombres del Cartel de Cali. Se sabe que Gilberto, Pacho Herrera y Chepe Santacruz donaron 1.200 millones de pesos cada uno para repartirlos entre los policías que conformaban el Bloque de Búsqueda una vez cayera Escobar. Algo de esa plata habría recibido Gaviria. La versión de la reina afirma que, antes de pegarle los tres tiros con los que lo borraron para siempre, los hombres del Cartel de Cali gozaron torturando al más feroz de sus enemigos.
Esta es acaso la más extraña de las cuatro versiones que se conocen sobre la muerte de Escobar. El capo, en esa operación del 2 de diciembre de 1993, recibió tres disparos, Aunque existe una versión oficial, la de que el tiro mortal lo disparó el coronel Hugo Aguilar, los cuestionamientos que se le han hecho, incluido el robo de la emblemática pistola Sig Sauer que usaba Escobar, han puesto en duda la versión de Aguilar.
Según el ex gobernador de Santander, los últimos tres balazos que disparó Pablo Escobar los hizo contra él. El militar sintió como el chaleco antibalas se inflaba, le oprimía el pecho, lo dejaba sin aire. Tardó unos quince segundos en recuperarse y alcanzó a ver cómo el capo de capos intentaba forzar una puerta para saltar el tejado de la casa del barrio Los Olivos. Antes de hacerlo, desde la escalera, Aguilar tomó su fusil Sig Sauer liviano —uno de los dos que habían en el país en diciembre de 1993— apuntó sobre Escobar y disparó. Al escuchar el chasquido que hizo la bala al perforar el cuerpo del narcotraficante más buscado del mundo, supo que estaba muerto.
Esta versión es corroborada incluso por John Jairo Velásquez Vásquez, uno de los pocos hombres del Cartel de Medellín que aún siguen con vida. Diego Fernando Murillo, Alias Don Berna, no está de acuerdo con Popeye. Murillo era el jefe de escoltas de Fernando “El negro” Galeano, uno de los lugartenientes de Escobar. La fidelidad de Murillo con Escobar se resquebrajó cuando el Capo mató a su jefe en La Catedral. Según cuenta la leyenda, Pablo Escobar invitó a Don Berna a un asado y le dio de comer carne del propio Galeano. Se unió a los Pepes y fue uno de los que atacó a Escobar y a su familia con más saña. En una operación articulada con la DEA y el Bloque de Búsqueda, los Pepes llegaron primero a la casa de Los Olivos y uno de los hombres del grupo, Rodolfo Murillo, mejor conocido como Semilla, disparó con un fusil M-16 la bala calibre 5,56 que terminó matando a Pablo Escobar. En la versión de Don Berna el entonces mayor Aguilar llegó media hora después pidiéndole que se fuera del lugar ya que no querían que asociaran a la muerte del Capo con Los Pepes
Carlos y Fidel Castaño empezaron a poner su reinado de sangre y fuego en el nordeste antioqueño gracias al apoyo de Escobar. El único punto en el que no estaban de acuerdo era en la obsesión que tenían los hermanos por iniciar una lucha antisubversiva. La molestia que generó en Escobar las muertes de los precandidatos de izquierda Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, hizo que los Castaño se distanciaran completamente de Escobar. En 1991, poco antes de que el Capo se entregara a la justicia y fuera confinado en la paradisiaca cárcel de La Catedral, los Castaño empezaron a hacer negocios aparte. Después de la fuga de Escobar de esa prisión, Carlos y Fidel pactaron con el Cartel de Cali y formaron los Pepes. Ese 2 de diciembre de 1993 Carlos Castaño merodeaba la casa del barrio Los olivos. Los Castaño habían traído de Israel un equipo ultramoderno de interceptación de llamadas que ubicó al jefe del Cartel de medellin. Según el paramilitar José Antonio Hernández Villamizar, en declaración juramentada,  él le escuchó decir a Castaño que la bala mortal que borró a Escobar salió de su pistola. Una vez lo mató llamó a Hugo Aguilar para que él se atribuyera la muerte.
Las dos versiones menos fiables son la que aparece en el libro Killing Pablo, la investigación del periodista estrella del diario The Philladelphia Inquirer que sirvió de base a la primera temporada de Narcos, la serie de Netflix, en donde revela la participación de norteamericanos en el operativo final y le atribuye a la fuerza Delta la muerte de Escobar. La otra versión es el suicidio de la cual da fe Juan pablo, su hijo mayor. Él le escuchó a decir a su padre que su Sig Sauer tenía 15 disparos, 14 serían para sus enemigos y uno para él. El único soporte que tiene esa historia es el tiro en la sien que, pareciera, autoinfrigido. Además, dice el ahora conocido como Juan Pablo Marroquín, que si su papá llamó tantas veces en un día a su familia que estaba alojada en el último piso del Hotel Tequendama, era porque buscaba que lo encontraran y lo asesinaran.
Aunque exista ya una versión oficial parece ser que la muerte de Escobar, como la de otros monstruos de la historia, tendrá ese manto de duda que se alimenta día a día a partir de la especulación y los rumores que son el alimento de los mitos.
Fuente: https://www.las2orillas.co/al-fin-quien-fue-la-bala-mato-pablo-escobar/

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